Me cuentan los que saben que Jesús Ortega está que no se la cree, por el enorme poder económico que acumula gracias al único acto de traicionarse a él mismo, a sus correligionarios y a México, pues lo que necesita hacer se limita a dar complacencia política a las exigencias de Felipe Calderón Hinojosa. El líder del PRD nunca habría visto pasar tanto dinero junto por sus manos, cuidadosamente ordenado y transportado en portafolios.
Insisten en contarme los que saben, que quienes iban a salvar a esta aterido país de la corrupción y la impunidad, se solazan hoy en esas correas de transmisión del poder, como única garantía de conservarlo y sacar adelante lo que consideran su proyecto de nación.
Por ello no debe asombrarnos, nos dicen, que las reformas legales a la ley antimonopolios y aquellas que tenderían a hacer de los órganos de gobierno autónomos instituciones auténticamente independientes, como era la pretensión hacerlo con la Cofeco, se cayeran en el último tramo, pues la impunidad es lo único que garantiza cierta mala praxis administrativa y de políticas públicas; es decir, como era una propuesta de reforma de origen priista, pues Acción Nacional de encargó de echarla abajo.
Lo que sí sorprende, confían a este reportero los que saben, es que los aliados de Enrique Peña Nieto sacaran sus manos de ese proceso de reformas que a él, precisamente a él daría un respiro para construir su gobierno, en caso de obtener la candidatura y ganar la elección.
Que los supuestos aliados políticos que dijeron sí, al momento de la verdad dieron un paso atrás pudiese significar que Peña Nieto no las tiene todas con él, o que duda de los amarres establecidos intra PRI, con el propósito de llevarlo sin sobresaltos a Los Pinos.
Quienes dicen estar al interior del primer círculo, conocer lo que pasa por el caletre de los hombres de poder y de aquellos que como operadores políticos establecieron amarres y negociaciones, sostienen que la tarea legislativa del senador Manlio Fabio Beltrones consiste en eso precisamente, en obtener las reformas que a Peña Nieto le faciliten conformar gabinete y regresar a Los Pinos sin contratiempos más allá de los previstos, pues una elección cerrada como la del 2006, le impediría reconstruir al país de la desolación en que lo dejan dos administraciones panistas.
Claro, a Enrique Peña Nieto lo van a hacer desconfiar hasta de su sombra, y en ese proceso Juan Ramón de la Fuente, u otro candidato ciudadano de Felipe Calderón, recuperaría el tiempo y los votos perdidos. ¿Será?