July 20, 2011
— 12:00 am
¿Puede la violencia convertirse en hábito? ¿Tener la facultad legal de ser violento, modifica el carácter? ¿Puede, la violencia legítima y legal del Estado, ejercerse sin control? ¿Conduce esa violencia legal a una adicción y a la dictadura?
Estas preguntas sin respuesta atosigan el caletre desde los días 8 y 9 de julio últimos, cuando el saldo oficial y legal fue de 100 asesinados, ejecutados y cercenados algunos de ellos, en 48 horas. ¿Son muchos? ¿Qué indican las estadísticas que servirían de referencia? ¿Puede, un guionista de serie de televisión, o de cine, imaginar y recrear dos crímenes cada 60 minutos durante 48 horas, incluidos en algunos de ellos el degüello? Queda la interrogante mayor, la pregunta sin respuesta, por lo que pudiese indicar: ¿Una vez cebados en la violencia, la sangre y la crueldad, quienes representan a la autoridad requerirán de modificaciones legales que las escuden, que les faciliten dormir con la luz apagada? Algo motiva la urgente necesidad de que aprueben la Ley de Seguridad Nacional.
Philip Kerr, en Una investigación filosófica anota: “Como ya he dicho antes, el siglo XX ha sido testigo de una cantidad de asesinatos sin precedentes en la historia. Dos guerras mundiales han contribuido a devaluar la vida en general. Parecería, pues, poco probable que en este último siglo pudiese producirse un renacimiento del arte de asesinar. Además, en los últimos años ha habido tal exceso de asesinatos, que se corre el riesgo de confundir cantidad con calidad. Pero en la mayor parte de esos asesinatos hay muy poca cosa digna de admiración, y la gran mayoría de los lectores del News of the World se conforman con cualquier cosa, con tal que haya mucha sangre. El buen gusto, sin embargo, requiere de algo más… Por eso De Quincey plantea: ¿cómo puede provocarnos piedad que un tigre mate a otro?”
El dilema está planteado, porque todo indica que para defender las propiedades y el sueño de las buenas conciencias, el presidente de la República determinó iniciar una guerra sin cuartel contra la delincuencia organizada; fue hasta que se encontró en medio de la carnicería, que se dio cuenta de que a sus oficiales del orden legal y legítimo -para que triunfasen sobre los malos-, debían convertirse en tigres, en esa absurda idea de que un clavo saca otro clavo.
Son esos tigres jóvenes y ambiciosos los que andan tras su oportunidad de hacerse con el poder, creen en la necesidad de restaurar el viejo régimen, en la absurda ilusión de que todo pasado fue mejor, y de que únicamente con un presidencialismo fuerte puede reinstalarse el orden constitucional, totalmente perdido, como lo indica el hecho de que Elba Esther Gordillo desafíe, sin consecuencias, a la institución presidencial, porque Felipe Calderón Hinojosa está a punto de despedirse, pero la institución, maculada o no, allí queda para quien vaya a encargarse de ella, en la absurda idea de la restauración, de hacer de la Secretaría de Gobernación lo que fue. Lo único que falta es que reinstalen a José Antonio Zorrilla.
Se niegan a comprenderlo los panistas, quienes -apoltronados en el embeleso del esplendor perdido, de una nostalgia de lo que no conocieron, pero oyeron decir- se comportan como el rico que negó a Lázaro alimentarse con las migajas que caían del mantel de su mesa.
De igual manera proceden los priistas que no entienden la urgente necesidad de hacer la transición, porque de no iniciarla pueden olvidarse del futuro como parte integral de una oferta de políticas públicas, debido a que ellos mismos se negarán la posibilidad de construirlo, al entregar a los poderes fácticos universales, incluidos a los que traen a mal traer a Barack Obama con el asunto de sus obligaciones financieras, la conducción del Estado mexicano.
El asesino al que persiguen en la novela citada, considera, reflexiona, escribe: “Evito utilizar palabras como crimen, asesinato y homicidio por razones obvias. Las palabras pueden significar cosas distintas. El lenguaje disfraza el pensamiento, hasta el punto de que en ocasiones no es posible determinar la acción mental que lo ha inspirado. Así que me referiré a esos actos como ejecuciones. Es cierto que no cuentan con la sanción oficial de la ley según el esquema del contrato social, pero la palabra <<ejecución>> permite evitar cualquier matiz peyorativo respecto de lo que es, después de todo, la obra de mi vida”.
El riesgo, entonces, es mayor, y las consecuencias de incurrir en error son incalculables, como ya lo son las de la tolerancia a Elba Esther Gordillo. No habrá proyecto de nación, futuro, posibilidad de que México sobreviva a 12 años de cruento panismo, sin transición, y en ella no cabe ese sindicalismo acedo que hoy reta a la autoridad, ni el sueño imposible de la restauración, del regreso del presidencialismo fuerte, porque entonces, con la cabeza gacha, se estaría permitiendo la instauración de un gorilato a la mexicana, de un estalinismo criollo más cruento que el de Pinochet y la junta militar de Argentina.
Pocos son los mexicanos sensatos, los que perciben la urgente necesidad de, al menos, iniciar la transición en serio. Resultó importante escuchar los discursos pronunciados durante la ceremonia de inauguración del Foro “Importancia de la Seguridad Nacional en el Marco de una Sociedad Democrática”, celebrada en el Senado de la República antier.
En su oportunidad, puntualizó el senador Manlio Fabio Beltrones: “Esta deliberación sobre la Ley de Seguridad Nacional -que por cierto se encuentra en carácter de minuta en la Cámara de Diputados, sujeta a la mejor disposición, inteligencia, trabajo, investigación y diseño por parte de nuestros amigos en la Colegisladora, que pueden perfeccionarla y llevarla hasta mejores puntos todavía, que nos indiquen que es el instrumento con el cual nosotros debemos sustentar buena parte de los propósitos que animan a volvernos a proveer de la seguridad pública tan necesaria que hemos perdido, pero también dar las garantías a todos aquellos que nos auxilian hoy en día para que esto suceda, ante la incapacidad que se ha descubierto de nuestras fuerzas públicas civiles para podernos brindar estos resultados– nos habla que juntos podemos hacer un buen diseño que nos dé a todos la seguridad que nos permita confrontar con éxito la amenaza a la integridad de la Nación, representada por el crimen organizado transnacional, no nada más el nacional”.
¡Vaya!, por fin hay quien advierte, avisa, informa sobre la amenaza del exterior, porque ajena a los intereses de la nación fue como decidió el presidente Calderón establecer su política pública contra la delincuencia organizada, pues se ha mostrado a sangre y fuego que no es con cadáveres como se les ha de vencer, sino con inteligencia, actuando sobre la economía negra que todos los gobiernos del orbe necesitan, están urgidos de conservar como fuente de ingresos para equilibrar sus techos de endeudamiento y sus balanzas comerciales.
Por ello resulta importante resaltar lo expuesto por el senador Beltrones, quien considera “indispensable reflexionar sobre la urgencia de trascender las decisiones reactivas e inmediatas, que a veces son la causa de la dispersión de esfuerzos. Y en el largo plazo –ustedes mismos lo han dicho o lo han escrito– pueden dar como resultados rendimientos decrecientes y efectos no siempre positivos, a pesar de la buena intención de los esfuerzos de los gobiernos.
“En otras palabras, juzgo indispensable evaluar si debemos superar los enfoques y acciones incrementales, y dirigirnos hacia cambios y transformaciones cualitativas y sistémicas, concordantes con la complejidad del problema y las capacidades de los recursos actuales y potenciales del Estado; así como hemos coincidido con la necesidad de complementar la lucha contra el crimen organizado, con la instrumentación de la reforma del sistema de justicia y seguridad pública, más otro conjunto de reformas orientadas a prevenir y atender las adicciones y la desposesión de los recursos del crimen organizado, y las reformas constitucionales recientes en materia de derechos humanos y amparo, por mencionar sólo algunas, debemos atender en forma prioritaria la formación y consolidación de las capacidades institucionales y logísticas de quienes, en los hechos, tienen la responsabilidad de consumar.
“Y es que nos hemos dado a la tarea de salir a combatir a la delincuencia y al crimen organizado con todo el poder del Estado, pero sin haber dado los suficientes instrumentos y garantías a quienes salen a cumplir con este propósito, y arriesgan su vida, pero también el prestigio de las instituciones, mismas que debemos salvaguardar”.
No se trata, entonces, de convertirlos en tigres, sino en formarlos como mejores personas, mejores ciudadanos, para que de manera responsable y como corresponsables, combatan al crimen organizado al nivel de la inteligencia, hacer a un lado la fuerza bruta, que favorece la violación de los derechos humanos, exhibe a las fuerzas armadas y permite que pocos o muchos miembros de las distintas corporaciones policiacas llenen las escarcelas, sus escarcelas, para los meses o años de vacas flacas.
@OrtegaGregorio
Comment by Gregorio Ortega Molina — July 20, 2011 @ 11:12 am
Comment by leonor — July 20, 2011 @ 12:08 pm
saludos y gracias por dedicar tiempo a mis textos, modestos, pero auténticos.
Comment by Gregorio Ortega Molina — July 20, 2011 @ 12:42 pm
Comment by Joe Teuffer — July 20, 2011 @ 12:59 pm
Comment by leonor — July 20, 2011 @ 3:59 pm