La Costumbre del Poder Gregorio Ortega Molina I 25/07/2013 ,12:01 am
De igual manera que la alternancia nada tiene que ver con la necesaria transición política, porque el modelo político elegido al triunfo de la Revolución está roto y es irreparable, las reformas estructurales quedarán inconclusas si se comete el error de no revisar la relación bilateral con EEUU, dejar para lo último la reforma política total: ésta es la fuente primigenia del cambio.
Lo mismo ocurrirá de no respetarse los acotamientos y funciones que el propio presidente de la República ha definido para el Pacto por México, que es exclusivamente un espacio de diálogo, concertación y acuerdo; pretender, como lo hacen algunos de los integrantes del gabinete o ciertos legisladores, darle un estatuto diferente y preterir al Congreso, sería confundir más a los actores políticos, a los líderes sociales y a los poderes fácticos, aunque a lo peor éstos salen beneficiados, con eso de a río revuelto.
Para comprender lo que hoy ocurre en México, sugiero dos lecturas antagónicas, pero que explican lo que puede suceder en el país de posponer por la eternidad la reforma política, y de insistir en que el Pacto esté por encima del Poder Legislativo.
En Suicidio perfecto, Petros Márkaris pone en boca de uno de sus personajes, el equivalente al director o secretario de seguridad pública federal, lo siguiente: “Y no confiaban en mí sólo por mis capacidades, que al fin y al cabo no cuentan demasiado en el puesto que ocupo, sino porque respetaba siempre las reglas del juego, cumplí las órdenes sin cuestionarlas, sin oponerme a ellas y sin fingir no haberlas entendido. Ayer sentí por primera vez que me hacían a un lado, que no basta con obedecer, hay que ejecutar las órdenes al pie de la letra. No ejecutarlas a mi manera, por más que haya dado buenos resultados, sino exactamente como me las dictan, aunque sean irracionales y me dejen en mal lugar”.
¿Habrá, todavía, quien así proceda en la administración pública, en los poderes Judicial y Legislativo? Hoy todo se cuestiona, porque el Estado perdió sus fundamentos y la globalización borró el sentido de pertenencia y la idea de patria. El modelo está roto, es irreparable, y no han acertado cómo sustituirlo.
Lo anterior tiene explicación en Persona y democracia, donde María Zambrano deja constancia de lo siguiente: “En las épocas en que se produce un cambio violento o una crisis, o las dos cosas, como ahora, las generaciones son consumidas y son además portadoras de nuevas esperanzas y nuevas desesperaciones. No hay continuidad. Y al no haberla, sucede que restos de generaciones ya pasadas se eternicen en el poder y que su desaparición produzca el efecto de una catástrofe, porque no hay otra preparada y las que llegan, separadas como están de las que aún mandan, no pueden continuarlas. Estas generaciones más jóvenes no han recibido la herencia de la inmediata anterior desaparecida, viven en una situación un tanto extraña, extranjera. Se encuentran ante una realidad a la que no se han aproximado por sus pasos contados”.
Y así sucede, digamos que algunos perdieron hasta el estilo y, sin éste, ¿dónde quedarán las reformas, si no hay transición política? Se contrarreformarán.