LA COSTUMBRE DEL PODER
Gregorio Ortega Molina el 31 octubre, 2013.12:01 am
Es mentira que con las reformas estructurales ocurra lo mismo que con los recién nacidos, porque tampoco todos llegan con una torta bajo el brazo. El otro contratiempo surge cuando los artículos constitucionales son adornados con las leyes secundarias para su observancia, porque todos los mexicanos intentan eludir su cumplimiento.
El futuro político y legal de las reformas se complica cuando se implementan y se imponen, sin contar con un proyecto sistémico para transformar a la nación, la manera de ser del mexicano, y cuando además se carece de un modelo de comunicación política, estructurado con el propósito de que la sociedad las haga suyas.
Lo cierto es que México está inmerso en “una drástica desestructuración del orden precedente, sin conseguir acreditar como mejor el que se esfuerzan por construir”, lo que de inmediato pone sobre la mesa una certidumbre: con las reformas costará más caro el remedio que la enfermedad.
Es imposible establecer cuánto va a costar y cómo van a fondear el seguro de desempleo. Ya decidieron disponer de un porcentaje de la subcuenta de vivienda de los trabajadores, pero de ninguna manera se tiene prevista su reintegración, a manera de que ese ahorro tenga como destino final la inversión para la cual fue creado.
Durante el proceso de negociación, la postura del sector obrero del PRI en contra de utilizar los fondos de vivienda atoró los acuerdos, sobre todo porque los trabajadores no quieren que se les quite un peso más, y advirtió que si persiste el diferendo se corre el riesgo de posponer la aprobación del seguro de desempleo, una de las propuestas de campaña de Enrique Peña Nieto.
En los días de las negociaciones cuyos resultados quedaron previamente acordados en el seno del Pacto por México, cayó un historia de Sicilia en mis manos, isla a la que Leonardo Sciascia encontraba gran parecido con México, y en sus páginas encontré lo que debe convocar a una reflexión: “… un pueblo inducido a creer que sus derechos dependían de la misma capacidad con la que los señores conseguían defender sus privilegios…”, prejuicio cuya vigencia determina el comportamiento de muchos mexicanos. Podría sorprendernos su número.
Consideran que plasmar en la Constitución los deseos políticos de los tres poderes resuelve el problema, cuando es lo contrario. Lo constatamos con lo difundido por diversos medios: “Primero aprobamos la reforma constitucional. Después tendremos tiempo para resolver las leyes secundarias y ver, con mayor claridad, la fuente de ingresos. Estamos en un lío, porque tendremos que buscar la fuente de financiamiento, porque si no se toca la subcuenta de vivienda, tendrá que absorberlo todo el gobierno”.
El proceder es claro: primero aseguramos la reforma, luego averiguamos la manera de implementarla. Allí está el futuro, porque puede nacer como letra muerta por la falta de recursos, o como los bebés, con su contrarreforma bajo el brazo.
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AMN.MX/gom