LA COSTUMBRE DEL PODER
Las instituciones mexicanas dejaron de ser lo que eran cuando cedieron sus funciones a las partidos políticos; éstos no representan los ideales nacionales… sino los de los poderes fácticos.
Gregorio Ortega Molina 29 jul 2014 – 00:14 CET
Cuando los lectores lean estas líneas, las discusiones bizantinas e ideológicas sobre las leyes secundarias de la reforma energética habrán concluido. ¿Cuál es la importancia de este texto, entonces? Convocar a la memoria, servir a la conciencia, porque en asuntos de dinero y poder nada ha cambiado.
B. Traven dejó anotado: “Basta pensar un poco sobre una sola de las resoluciones tomadas en una junta de directores de una compañía petrolera para comprender fácilmente la sagrada importancia que ellas revisten. No hay dios capaz de hacer combinaciones más complicadas que las que se hacen en una junta de directores. En ellas los hombres y las naciones son movidos como piezas en un tablero de ajedrez.
“Allí se resuelven asuntos relacionados con las religiones cristiana, mahometana y budista. Se hacen y deshacen demonios. Se derrumban montañas en el Este para levantarlas en el Norte; los continentes se dividen en dos como pasteles; los océanos que existieron siempre separados son forzados a mezclar sus aguas que jamás estuvieron al mismo nivel; grandes masas de gentes son desarraigadas de su tierra natal y enviadas a países hostiles; se crean nuevos países carentes de tradiciones y de lengua propia y se les suministra un ejército para defender una independencia falta de razón.
“Lo que Dios puede hacer solo en millones de años, puede ser improvisado en una conferencia de directores de una compañía petrolera americana en quince minutos, después de lo cual los asistentes se levantan sonrientes y salen a comer. Y el verdadero santuario del hombre es, en realidad, el sitio donde semejantes creaciones y cambios pueden llevarse a cabo con éxito”.
Naturalmente hay matices. Si la globalización facilita ciertos comportamientos, también impide algunos abusos. El asunto de la tenencia de la tierra -desde que la serpiente disputó a Eva la propiedad del Paraíso- y lo que hay bajo o sobre ella nunca quedará resuelto, porque es harto difícil satisfacer a las partes, pues unos quieren todo o casi todo, y buscarán, siempre, compartir lo menos.
Las instituciones mexicanas dejaron de ser lo que eran cuando cedieron sus funciones a las partidos políticos; éstos no representan los ideales con los cuales se creó la nación y la identidad con la patria, sino los de los poderes fácticos; es momento de preguntarse qué tanto han cambiado los mexicanos como para sumarse a un nuevo proyecto, para, contentos, apoyar la inserción de lo que fue su país en la globalización y el gobierno de las multinacionales y las corredurías bursátiles.
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