LA COSTUMBRE DEL PODER
Gregorio Ortega Molina 30 jul 2014 – 00:14 CET
Dar pábulo a todo lo que se escribe y dice o a las imágenes exhibidas en el caso del albergue fundado por mamá Rosa, equivaldría a reunir elementos disímbolos para emitir un juicio equivocado.
Lo único cierto en este tema es la confusión propiciada por la abundante información, lo que abona la posibilidad de que su detención y el escarnio mediático al que se le sometió, obedeciera más a intereses políticos y policiacos que de administración de justicia, pues coincidió el circo de voces justo en el momento que iniciaron las protestas por la detención del doctor Mireles -él mismo contradictorio símbolo de lo que hoy sucede en México-, cuando el regreso de los bloqueos desmentía la pax priista impuesta por el procónsul Castillo, y los remordimientos ocasionados por el rompimiento de ciertas complicidades, amenazan con convertirse en “fracking” de lo que parecía un sólido proyecto político para recuperar un partido; nunca se trató de la nación.
Lo de mamá Rosa es un juego de espejos, como lo describe Humberto Eco en De los espejos y otros ensayos, donde dejó anotado: “El Hiperrealismo denuncia que la realidad, tal como estamos habituados a verla, es consecuencia de una manipulación mecánica y, por tanto, proclama públicamente su falsedad programática. En cambio, el Hiporrealismo, el Irrealismo, el Pictoricismo de Estado y el Academicismo de la pintura nazi intentan hacer creer en la realidad que representan. No declaran su falsedad, la ejercen subrepticiamente. El Hiporrealismo es embustero porque quiere hacernos creer que dice la verdad, mientras que el Hiperrealismo aclara enseguida que está diciendo mentiras. Esa es la gran diferencia entre los dos.
“Y tal vez la dificultad para reconocer hasta qué punto pueden mentir las imágenes sea la misma que se experimenta para reconocer las mentiras del Poder. Es difícil rasgar el Velo de Maya”.
Con esta puesta en escena se vislumbra, ya, la aparición de un genio o un ingenio capaz de reelaborar la información y lo que con ella se quiere comunicar, porque lo que se disfraza en este amago a la sociedad, es una realidad histórica que se mistifica con el hiporrealismo de la globalización, que se crea y recrea en las hipótesis del libre mercado, en la necesidad de que desaparezca, ya, el concepto de patria y con él el de la identidad nacional.
No es el escaso futuro que por edad le queda a mamá Rosa lo que está en juego, sino el destino que tengan esos niños −idéntico al de los migrantes menores no acompañados, igual al de la patria−, por lo que significan en la encrucijada en la que está México.
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AMN.MX/gom