Gregorio Ortega Molina/
Todavía escucho que Margarita Zavala es inteligente, poseedora de la habilidad política y la cultura que impulsaron el éxito del “hijo desobediente” hasta llevarlo a la Presidencia de la República. Si así fue, es corresponsable de lo que ocurrió durante esos seis años, de lo bueno y lo malo y lo muy malo.Las versiones de la manera en que contribuyó a resolver el problema económico de sus hermanos y primos difieren poco y coinciden en lo sustancial: usó del poder que confiere ser huésped de Los Pinos para imponer decisiones administrativas, desatorar licitaciones y asegurar el éxito financiero de su grupo, el grupo Zavala.
Debe quedar claro a la sociedad que si busca ser diputada federal a partir de 2015 y durante tres años, con posibilidades de reelección inmediata, significa que anda urgida de fuero y poder, con el propósito de afianzar esas fortunas que no hubieran podido reunir, de no haber usado la institución presidencial como seguro de desempleo.
Margarita Zavala, en cuanto su marido se cruzó la banda presidencial sobre el pecho, supo que <<el Estado había dejado de ser, bajo el nombre de nación o de patria, un bien infinito, esto es, un bien al que servir con abnegación. Por el contrario, gracias a Martha Sahagún, se había convertido a ojos de todos en un bien de consumo ilimitado.
<<El Estado parecía un cuerno de la abundancia inagotable que distribuía riqueza proporcionalmente a las presiones que se dejaban sentir sobre él. Y se le reprochaba no dar más, de modo que parecía negar todo lo que no daba. Cuando pedía algo parecía una exigencia paradójica. Cuando imponía algo (como ahora), se trataba de una coerción intolerable. La actitud de los integrantes del Poder Ejecutivo para con el Estado no fue como la de los hijos para con los padres, sino como la de unos niños con unos adultos a los que no aman ni temen; piden sin cesar, pero quieren permanecer ajenos al mandato constitucional>>, afirma mi consejera en materia política y de corrupción.
Si se ha de atender a la razón, Margarita Zavala aspira a ser diputada otra vez, para -como Mike Mansfield o Ted Kennedy- convertirse en la legisladora más longeva y ser conducida en andas a su curul, porque el propósito es convertirse en el perro guardián de la seguridad económica de su familia. Allá los panistas y los electores que lo consientan.