Gregorio Ortega Molina/
Quien conoce del tejemaneje de las relaciones entre el poder y los diferentes estamentos sociales, sabe que al establecerse compromisos para efectuar eventos de carácter político, las partes acuerdan el protocolo, establecen la pauta, incluso los términos del discurso.
Cuando el general secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, escuchó a Gerardo Gutiérrez Candiani -días después dijo a los legisladores qué hacer- “exigir” al Congreso dotar a las Fuerzas Armadas de un marco jurídico que salvaguarde sus actividades en materia de seguridad pública, debido a que en los últimos años han desarrollado estas labores pese a que constitucionalmente no les corresponde; o cuando los empresarios asumieron el compromiso de brindar su respaldo para impedir que se permita a civiles ingresar en los cuarteles de las Fuerzas Armadas, debido a que se pondría en riesgo la seguridad nacional, no escuchó nada nuevo, sabía a qué acudía y conocía el motivo del desayuno, que él mismo pudo haber auspiciado.
Para comprender el dilema que enfrentan las secretarías de Marina y de la Defensa Nacional, el desafío de sus titulares, es necesario leer Tiempos líquidos, ensayo sobre la incertidumbre propiciada por la globalización, y la manera en que Zygmunt Bauman, el autor, explica la separación entre poder y política, la manera en que las instituciones que tradicionalmente fueron salvaguarda de los hábitos y mandatos constitucionales, legales y sociales, se descomponen y derriten, incapaces de durar el tiempo necesario para resolver el problema de fondo: la institucionalidad.
El almirante secretario y el general secretario metieron la pata, al permitirse escuchar lo que escucharon durante ese desayuno, porque desvirtuaron, al hacerlo, su mandato constitucional.
Hace seis meses solicité, a través del general Martín Terrones Calvario, una entrevista con el general secretario de la Defensa Nacional, con la idea de que expusiera su opinión sobre los valores tradicionales de la patria, hoy tan denostados, y los valores promovidos por las fuerzas armadas; los civiles, éticos y morales, los universales. La respuesta fue el silencio.
Quería conocer su opinión, entre otros temas, acerca de: “¿Cuáles son los valores éticos, morales y profesionales que practican y respetan los integrantes de las fuerzas armadas? ¿Qué se ha hecho para fortalecer la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia de los integrantes de las fuerzas armadas? Y si no cumplen, ¿cómo se aplica la norma para sancionar?; ¿Qué significan para un soldado los símbolos de la patria -el himno nacional, el escudo, la bandera-, deben simbolizar lo mismo para todos los mexicanos?; ¿El concepto de patria, la idea de nación, el sentido de pertenencia a un país, se contraponen a los preceptos de la globalización, que son antagónicos del nacionalismo?; ¿Cuál es su idea de la patria?; Toda nación se construye sobre mitos fundacionales, ¿deben cultivarse y respetarse, o desmitificarse, como promueve una corriente de neohistoriadores auspiciada por la globalización?; Para usted, ¿cuáles son los mitos fundacionales esenciales de México?
Repito, la respuesta es el más ominoso silencio.