Gregorio Ortega Molina/
El problema jamás ha sido el andamiaje constitucional; reside en los políticos que reciben su mandato, porque les estorba; los administradores públicos que deben observarla, consideran que les impide consolidar proyectos personales.
Aquí, los mexicanos prefieren adaptar la Constitución a sus necesidades, a adaptarse ellos a las exigencias de cumplir con su mandato. Consideran que la norma ha de subordinarse a la voluntad política, nunca ésta a la ley.
Veamos. El portal de la Cámara de Diputados indica: Del 1° de diciembre de 1920 al 7 de julio de 2014 se promulgaron 605 reformas constitucionales, o 618 si se consideran también artículos transitorios. El periodo presidencial con más artículos reformados es el de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, con 110 artículos. En lo que va del sexenio de Enrique Peña Nieto, se han reformado 66 artículos.
Además consulté a dos doctores en derecho constitucional. Opinan: La Constitución ha sido reformada en sus artículos del 1o. al 136 un total de 605; otro: Han sido publicados 220 decretos de reforma. Cada uno de ellos ha incluido uno o varios artículos, pero en este último caso sobre un mismo asunto o tema. Desde mi punto de vista este es el criterio que debe prevalecer.
Por ejemplo, la reforma con relación al D.F, hace años, involucró más de diez artículos, lo que no implica que haya habido ’10’ reformas; otro tanto sucedió en materia de justicia, de energéticos, de derechos humanos, etc.
Tantas veces reformada, que retomo las consideraciones de Talleyrand, desprendidas de su trato administrativo y político con Napoleón: “La más efímera (de las instituciones creadas durante el Consulado y el Imperio) es la constitución política del Estado; buena prueba de que una Constitución pensada y escrita no es el esqueleto interno que sostiene y configura un país, sino el traje ocasional que se viste”.
Es de obligada reflexión lo antes escrito, porque México se encuentra en un impasse y, como señala mi Demonio de Sócrates de la colonia Cuauhtémoc, “ahora ya es imposible pensar que aquí puede diseñarse y construirse una transición como ocurrió con el Pacto de la Moncloa, porque a la muerte de Francisco Franco todavía no ideaban el Consenso de Washington ni se había impuesto la globalización, dos hechos políticos y económicos que modifican el concepto de patria, de Estado, de nación, y acotan las perspectivas de un futuro paritario, para abrir las compuertas de un porvenir inmediato, pero desigual, profundamente desigual”.
Después la charla borda sobre la corrupción y cómo contenerla; acerca de la contención administrada de la delincuencia organizada, y el replanteamiento de las relaciones con Estados Unidos, sustentados en el regreso al reacomodo original de los factores reales de poder; espacios políticos que, por angas o mangas, se adueñaron los poderes fácticos.
Imposible regresar al priismo previo a 1988, año en el cual se torció la legitimidad del régimen. No puede negarse que la transición está atorada y se desataron los demonios con los crímenes políticos y la guerra al narcotráfico, pronto convertida en una contienda civil, por el encono entre AMLO y Calderón.