Gregorio Ortega Molina/
La vergüenza favorece la pérdida de memoria e incluso causa indignación, como la que define al presidente turco, Recep Tayyp Erdogan, quien se encrespó cuando Francisco, pontífice, decidió honrar en la oración el centenario del genocidio armenio.
Está documentado. Hace 20 años adquirí L’Etat criminel. Les génocides au XX siécle, donde Yves Ternon explica: “El genocidio armenio es el prototipo de los genocidios del siglo XX, el ejemplo de lo que Melson designa como genocidio total, la destrucción por un Estado de la totalidad de un grupo. Es un caso excepcional que sólo podía darse en circunstancias particulares en las que el riesgo constituido por una estructura genocida fue agravado por una neurosis obsesiva, en la que en un entorno explosivo, la ideología favoreció la explosión”. No lo dijo Francisco, entonces para qué el enojo disfrazado de asombro.
Baste recordar la lectura de algunas novelas de Niko Kazantzakis, en las que se refiere el avasallamiento militar de los turcos sobre los griegos, pero sobre todo el encono contra los cristianos. Hermanos enemigos es un retrato de lo que ocurría en esa zona del mundo a principios del siglo XX.
Pero Yves Ternon refiere las cifras del horror y narra, con la precisión del historiador, que entre agosto de 1915 y julio de 1916, los armenios del Imperio Otomano perdieron aproximadamente millón o millón 500 mil personas asesinadas por diversos métodos, como el encierro en cuevas donde eran quemadas vivas con gasolina.
Puntualiza: “La existencia de un plan de supresión de la población armenia del Imperio Otomano constituye la prueba de la intención criminal del Estado dirigido por los Jóvenes Turcos. Como la responsabilidad directa de este Estado en la ejecución del crimen y el carácter genocida de ese crimen quedaron establecidos, esta prueba permite establecer la acusación de genocidio perpetrado contra el grupo nacional, étnico y religioso armenio”.
Ternon abunda y explica que sólo los nazis reconocieron públicamente el proyecto y las consecuencias de la solución final, mientras otros, como el Estado Turco y los sucesivos gobiernos desde que lo perdieron los Jóvenes Turcos, se instalaron en la negación.
“Después de 1945, Turquía ingresa a la ONU y firma la Convención sobre el genocidio. Fue hasta que la causa armenia revivió con motivo del quincuagésimo aniversario del genocidio, cuando el gobierno turco modificó su estrategia y, además de negar los hechos, promueve investigaciones históricas en las que los armenios desaparecen de la historia de Turquía. Nunca hubo armenios en esa nación”.
De ese tamaño, lo que es una lección para lo que sucede en ciertas zonas de América.