Nada peor que el descuido de la salud, por lo que cuesta recuperarla, porque conduce a la muerte y, además, se traduce en pérdidas económicas y físicas irrecuperables.
¿De qué sirve que los cardiólogos del hospital 20 de noviembre del ISSSTE, los médicos del departamento de Hemodinamia, las enfermeras de quirófanos y habitaciones se prodiguen en cuidados para regresar a los enfermos a la vida, si a la hora de continuar con el tratamiento postoperatorio, los administradores fallan en el surtimiento de las medicinas indispensables?
No soy especialista en derecho penal, pero creo que está tipificado el homicidio imprudencial, y de ese delito pudieran ser acusados los responsables administrativos del ISSSTE encargados de los medicamentos que han de surtirse a los enfermos diagnosticados por ellos mismos con padecimientos crónicos; los tienen registrados, saben cuánto consumen y cómo dependen de la puntualidad en la entrega para su calidad de vida, para evitar el riesgo de muerte.
Me busca un lector derechohabiente del ISSSTE, pensionado, ajustada su vida a ese monto mensual; trae con él su historial clínico. Padeció infarto al miocardio inferolateral, no transmural, sin isquemia (territorio de circunfleja y/o coronaria derecha); isquemia moderada inferoseptal (territorio de coronaria derecha); ventrículo izquierdo de tamaño normal; función de ventrículo izquierdo conservada, con fracción de expulsión postesfuerzo de 83%; movilidad normal de todas las paredes del ventrículo izquierdo, con disminución leve del engrosamiento sistólico inferoseptal.
Me dice el lector que la operación que le hicieron, para que sea un éxito, requiere del consumo, por tiempo indefinido, del medicamento llamado Brilinta de 90 mg. Dos veces al día.
Sus propiedades residen en que “contiene el principio activo denominado ticagrelor. Pertenece a un grupo de medicamentos denominados antiagregantes plaquetarios; actúa sobre células llamadas ‘plaquetas’ (también llamadas trombocitos). Estas células muy pequeñas de la sangre ayudan a detener hemorragias agrupándose para taponar pequeños agujeros en los vasos sanguíneos que estén cortados o dañados. Sin embargo, las plaquetas también pueden formar coágulos dentro de vasos sanguíneos dañados en el corazón y cerebro.
“Eso puede ser muy peligroso porque: el coágulo podría interrumpir totalmente el riego sanguíneo -esto puede provocar un ataque al corazón (infarto de miocardio) o un infarto cerebral, o el coágulo puede bloquear parcialmente los vasos sanguíneos que van al corazón- esto disminuye el flujo de sangre al corazón y puede producir un dolor torácico intermitente (denominada ‘angina inestable’); debe ser utilizado en adultos sólo porque ha tenido, entre otras enfermedades, un infarto de miocardio”.
El lector no puede comprar ese medicamento, por su costo y porque debe consumir, mensualmente, dos cajas de 30 comprimidos cada una.
Entonces, ¿de qué sirve el cuidado prodigado por los médicos del ISSSTE, si sus administradores pueden convertirse en homicidas, o convertirlos a ellos? Se deduce que el doctor Luis Ernesto Gallardo, director del Hospital 20 de noviembre, y Sebastián Lerdo de Tejada Covarrubias, director general del Instituto, nada aprendieron de la reacción de los pacientes que no pudieron tratarse de diálisis, hace meses. ¿Será que actúan premeditadamente para reducir, por la vía rápida, el número de enfermos con padecimientos crónicos y además pensionados? ¿Quién lo sabe?