- Primero Édgar Valdez Villarreal se declara culpable en EEUU, 24 horas después detienen a Joaquín Guzmán Loera en Los Mochis, y luego de una semana cae, en Madrid, Humberto Moreira. ¿Será que “La Barbie” sí fue agente de la DEA infiltrado en México?
Considero, sólo considero, que gobierno y medios se empeñan en crear un mito, pero veamos.
Joaquín “El Chapo” Guzmán no representa lo que significaron Pablo Escobar Gaviria, Manuel Antonio Noriega, Arnaldo Ochoa Sánchez, Amado Carrillo Fuentes, ni siquiera es mala copia de Chucho “El roto”. Tuvo poder, nunca pudo hacerse con la investidura que, para ejercerlo, se requiere. ¡Vamos!, ni siquiera posee el empaque masculino que distinguió en sus mejores momentos a Rafael Caro Quintero, pregunten, si no, a Sara Cosío.
Marcela Herrera Rivero twitteó sobre la foto en la que se ve a Guzmán Loera en aparente actitud reflexiva. El caletre no le da para eso, es un delincuente de corazonadas, de sensaciones, de prontos, de allí que decidiera contribuir en la construcción de su mitología, porque desconoce que ésta se crea sola, por las acciones, nada más.
Que a través de su representante legal buscara a Kate del Castillo y, por medio de ella, a Sean Penn, da su verdadera dimensión, el tamaño de su hedonismo, su deseo de ser lo que no es. La leyenda de “El Chapo” está construida sobre los errores de los gobiernos que lo combatieron y, acuérdense lectores, sobre la disputa sostenida entre Ignacio Morales Lechuga, Jorge Carpizo y el general Jorge Carrillo Olea, alimentada por Carlos Salinas de Gortari.
Supongo que durante sus largos encierros -en libertad, cuando a salto de mata debía esconderse para pasar desapercibido, o durante su permanencia en los penales- ha visto una y mil veces La reina del sur y toda la otra gama de películas y telenovelas que contribuyen a generar empatía de la sociedad con los criminales, porque los gobernados desconfían profundamente de la procuración y administración de justicia a cargo del Estado.
Creo que ha de haber disfrutado mucho los capítulos iniciales de El octavo mandamiento, donde guionista y director no dejan lugar para los juegos de imaginación, e inducen al televidente a ver en Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, a un pelele en manos de la DEA y del gobierno de Vicente Fox. Aquí es donde se inserta el mito de su fortuna, alimentado por la agencia estadounidense para encubrir a otro de sus peleles en el control global del dinero negro producido por el narcotráfico.
Un día antes de la “nueva” detención de “El Chapo”, la Fiscalía del Distrito Norte de Georgia hizo pública la información de que Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, se declaró culpable, lo que le permite perderse en los calabozos del sistema penal de EEUU, porque pueda ser que efectivamente siempre fue un infiltrado de la DEA en el mundo de los barones de la droga mexicanos. Tenemos el segundo resultado: la detención de Humberto Moreira en España.
Empeñados en colgarse medallas para restituir la confianza de los gobernados, crean un mito que en el futuro puede revertirse, no por la información que posea “El Chapo” sobre los niveles de corrupción gubernamental y empresarial, sino por la definición de los que no existen escrita por Manuel Vicent, en su entrega del 10 de enero en El País: “… quise haber dejado huella en la vida entre aplausos, pero no me queda más que aquel caballo de cartón. Lo montó y comenzó a cabalgar”.