- Los deudos y los poderes terrenales de El Vaticano se colocaron en posiciones irreductibles; la solicitud de los primeros pudo haberse resuelto con la caridad cristiana de los segundos, ¿no estamos en el año del Jubileo de la Misericordia?
El equilibrio anímico y de Fe entre la responsabilidad del Vicario de Cristo y la de jefe de Estado no es fácil, sobre todo cuando al frente de ambas funciones está un ser humano, sólo un hombre de carne y hueso, sujeto a pasiones y miedos, a insidias y debilidades e incluso deseos que, a la luz de sus actos públicos, pudieran considerarse inconfesables.
El ir y venir entre la solicitud de los deudos de los 43 “inencontrables” para tener una audiencia con el Papa, y la negativa -política, más que evangélica- por parte de los prelados para que la conversación sucediera, establece un nuevo paradigma en el papado de Francisco: la razón de Estado por sobre la evangelización.
Es necesario señalar que tanto los deudos de los muchachos como los poderes terrenales de El Vaticano, se colocaron en posiciones irreductibles, cuando la solicitud de los primeros pudo haberse resuelto con la caridad cristiana de los segundos, ¿no estamos en el año del Jubileo de la Misericordia? La presencia de esos padres que perdieron a sus hijos a la vera de Francisco, para la foto, no era necesaria, pero fueron y continúan siendo incapaces para explicarles por qué.
Es cierto, no puede haber distinciones o privilegios entre las víctimas, pero da la casualidad de que en este caso las víctimas están muertas, los que necesitan, requieren, están urgidos de ser confortados, son DEUDOS que están solos porque se dejaron convertir en rehenes de intereses políticos.
Consolarlos, repito, no requiere el contacto físico ni visual, para eso está la palabra, como lo indica Juan en su Evangelio, porque precisamente primero fue la palabra… y en ella debió expresar Francisco la misericordia y la caridad que, se supone, son el sello de su pontificado.
El mensaje debió ser claro, contundente, y no servirse de la imagen y vida de los prelados mexicanos, para referirse a los políticos que morían porque viniera el Pontífice Máximo, mismos que cuando vieron realizable el sueño de la visita, se dieron cuenta del engorro, descubrieron que había que establecerle escoltas, para darle seguimiento a la palabra.
Los deudos de los 43 pierden espacio y se cierran puertas. Deben racionalizar su protesta y darle nivel, llevarla al plano de la evangelización, la misericordia y la caridad, porque únicamente desde la fuerza unida del clero y después de tanto tiempo, podrán lograr que las condiciones de vida en México cambien para mejor, y no dar otro salto hacia atrás, porque ahora vamos como los cangrejos.
A Francisco lo venció el olvido del año de la misericordia, de la palabra que pudiera dar consuelo a tanto deudo que ha perdido a hijos, hermanos, padres, madres, esposas, abuelos y amigos.
El obispo de Roma debió recordar a Mateo 5 y la promesa de las bienaventuranzas.
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