- Intentaron que madurase artificialmente, pero olvidaron que así hasta la mejor de las frutas se pudre

La reforma educativa -que nunca lo fue, a pesar de que (el pasado de lanza) Emilio Chuayffet Chemor así bautizó a una reordenación administrativa de la SEP- dejará de dar aliento político y luz a este gobierno, cuyo ocaso se aproxima de acuerdo al calendario electoral, pero con unos tonos grises de provocar miedo.
Las consecuencias de la crisis en la que estamos inmersos, evidenciarán el error de haber querido poner en los zapatos de José Vasconcelos a Aurelio Nuño, quien oferta ideas como si compitiese en un juego de dardos, con el infortunio de que nunca acierta, pues ¿a quién le queda claro el significado de la escuela al centro?, o ¿cuándo se anunciará el calendario de la urgente transformación de los contenidos educativos, previstos para dar sentido a un inexistente proyecto de nación?, o ¿cuándo aceptarán que la llamada reforma educativa sólo fue el esfuerzo fallido de transformar la relación del SNTE con el gobierno?
Olvidaron lo que es una verdad abierta: los comisionados del SNTE con salario de la SEP eran y son operadores políticos del sistema, fueron y son gobernadores, diputados, senadores, directores del ISSSTE e incluso subsecretarios, lo que no explica ni justifica una decisión política tomada desde el momento en que Jesús Robles Martínez, o quizá antes, instrumentaron el sindicalismo magisterial como brazo operativo del quehacer político nacional.
Había perversidad en ello, sí, pero lo que hoy sucede es imposible de adjetivarse. Recupero para el lector una espléndida reflexión de Mary Renault, dejada por ella en Fuego del paraíso.
Las dos últimas generaciones habían visto como cada forma de gobierno se convertía en su propia perversión: la aristocracia devino oligarquía; la democracia, demagogia, y su propia familia caía en los extremos de la tiranía.
Intentaron que Nuño madurase artificialmente, pero olvidaron que así hasta la mejor de las frutas se pudre.