- ¿Cómo una institución invadida por pederastas, corrupta y simoniaca, puede aliarse con el Estado para combatir la violencia y el narcotráfico?
No se espanten por lo que es cierto: curas y prelados también desempeñan una función política, lo consigna la historia, cuando menos la de España, donde hay constancia de cómo las sotanas se aliaron con los golpistas y contribuyeron a la muerte de la República.
Está la otra vertiente, la ejemplificada por Óscar Arnulfo Romero y Samuel Ruiz y Alejandro Solalinde y Raúl Vera y Camilo Torres y Gustavo Gutiérrez, y otra más, la de esos prelados que se solazan en el golf y las comodidades pagadas con dinero propio, o ajeno: Onésimo, Guillermo, Norberto, así, de tú.
Pero hete aquí que México está en guerra -al menos una fracción de la sociedad, la otra vive en empatía con quienes descalabran a las autoridades- y el gobierno no puede solito, lo que favorece los acuerdos políticos entre el Estado Vaticano y el gobierno mexicano, pues para eso el Papa puso en su lugar a los obispos y arzobispos y advirtió en contra de los narcotraficantes, notoriamente en sus alocuciones de Morelia ante las comunidades eclesiales y las juventudes.
Quieren, aspiran a que los sacerdotes y sus confesionarios se transformen en una extensión de la procuración de justicia proporcionada por el Estado, en la idea de que el clero, capitaneado por los prelados, puede ayudarlos a contener el flagelo de la violencia y el consumo de estupefacientes, pero no tomaron en cuenta que esa parte de la sociedad que tiene simpatía por las tareas de los barones del narco, es porque recibe de ellos la asistencia que el gobierno debe proveer, pero no puede por incapacidad financiera, por corrupción, o simplemente porque no quiere.
Me pregunto si la autoridad moral de la Iglesia es suficiente para sustituir a los narcotraficantes en las tareas de bienestar que desempeñan, o además requerirán de los recursos en numerario, cuando menos en idéntica cantidad de la que disponen los barones de la droga para ese concepto o, a lo peor, querrán hacerlo con la amenaza de la excomunión.
No me alarma que la apuesta sea involucrar a los sacerdotes -por algo ya los matan y los persiguen- en tareas de procuración de justicia, lo que me preocupa es que no sepan hacerlo y profundicen el descrédito de la institución, porque el contra argumento es sólido: ¿cómo una institución invadida por pederastas, corrupta y simoniaca, puede aliarse con el Estado para combatir la violencia y el narcotráfico?
En otro lugar y otro momento se aliaron con la mafia para facilitar el desembarco en Sicilia. Está documentado.