- Saber por qué desean romperle el océano a Emilio Lozoya Austin está en chino, aunque quizá el secreto esté en el lenguaje que usó para decirle adiós a Luis Videgaray Caso
El poder político cedió espacios y facultades a la administración pública. Ésta adquirió tan alto grado de especialización que se alejó del humanismo característico de la sociedad abierta y del Estado de bienestar, para que sólo sus celosos gestores la interpreten, como en Delfos, y dictaminen qué sí y qué no ha de hacerse para beneficio de los poderes fácticos, de la globalización.
Ahora, como lo anunciaran José López Portillo y François Mitterrand (en sus ámbitos y con sus limitaciones), desaparecieron los políticos para dejar su lugar a los contadores. Ellos son los que determinan las opciones de futuro y la mejor manera de consolidar las reformas en las que se encuentra inmersa buena parte del mundo. Se han propuesto desaparecer los regionalismos y los nacionalismos, los conceptos de patria y soberanía, y observar y hacer cumplir la integración regional, la globalización y la seguridad geoestratégica.
Es en el contexto anterior que han de buscarse causas y consecuencias de la salida de Emilio Lozoya Austin de la dirección general de Pemex. De pronto dejó de ser niño genio e intérprete fiel de la reforma energética, para convertirse en el enemigo del cambio, en el corrupto por excelencia, en el demonio que es necesario vencer para que el regreso del PRI al poder dure otros 70 años.
Leo, con asombro, que en la simplicidad que caracteriza a los contadores, se empeñan en engañar a la sociedad y argumentan y acusan a Lozoya Austin de haber adquirido aerotransporte y otro de tipo de vehículos, en un gasto excesivo para una época de crisis; le achacan también un sinnúmero de nombramientos de altos puestos con salarios de excelencia, pero quienes difunden esos bulos olvidan que sabemos que Pemex tiene un Consejo de Administración, y éste es presidido por el secretario de la Hacienda y el Crédito Público, quien en última instancia es quien autoriza o no lo que administrativamente hace el director general de Pemex. El que se fue, y el que recién se instala.
Conocer lo que hablaron y cómo concertaron la salida de uno y la reorganización de un área del gabinete presidencial, sólo es una aspiración, porque incluso los actores de ese rosario de Amozoc administrativo, de tan discretos ya olvidaron lo que ocurrió.
Las certezas no existen, como tampoco debe ser dogma la infalibilidad papal. Así, entonces, saber por qué desean romperle el océano a Emilio Lozoya Austin está en chino, aunque quizá el secreto esté en el lenguaje que usó para decirle adiós a Luis Videgaray Caso.