Los modelos políticos nada han resuelto; la nueva casta gobernante se niega a ir por una opción diferente. La regeneración nacional camina hacia la restauración, cuando los recursos económicos y la organización social y política resultan insuficientes para sostener la institución presidencial. La IV República no llegará a término. Los mensajes son inequívocos.
Al día siguiente de la incuestionable y acertada consulta popular, Andrés Manuel López Obrador dijo con absoluta claridad:“No voy a ser florero. No estoy de adorno, yo traigo un mandato de los mexicanos: quieren los mexicanos que se acabe, que se destierre la corrupción, la impunidad. Me canso ganso, vamos a acabar con la corrupción”.El pueblo bueno y sabio captó el mensaje, se sintió satisfecho y pensó: ¡Al fin tenemos presidente!
La decisión de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) carece de validez jurídica; tarde lo comprendieron los empresarios y accionistas involucrados en el proyecto. Reaccionaron de primera intención, para terminar por decidir una pausa y esperar a que López Obrador haga de su decisión un acto jurídico soberano en el que explique y avale, con su firma y voluntad, cuáles son las razones técnicas, económicas y sociales que justifican cancelar Texcoco. ¿O sólo es la voluntad popular? ¿Es suficiente?
Sabe que no, que necesita medir la unidad y reacción del empresariado, por eso sugiere, indica, instruye que en esa independencia de los Poderes de la República, sea el Senado desde donde se proponga abatir, disminuir, cancelar las comisiones cobradas por los bancos a los usuarios, de manera unilateral y sin negociación previa (al inicio, ahora ya hay diálogo y habrá arreglo), para determinar en qué medida puede hacerse sin lesionar los intereses económicos de los barones del dinero. No porque se les tema, sino por la necesidad de equilibrios. El mundo sólo se mueve con flujo monetario.