Esa Política: Quemamos la casa al no defender la naturaleza

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Gregorio Ortega Molina
El Heraldo de México digital

Thunberg quiere transformar la percepción que los líderes políticos, los industriales, los mineros, los barones del dinero e incluso los delincuentes tienen sobre la naturaleza, ahora conocida como medio ambiente

Entre 500 y 750 kilos diarios. Lo que recojo de las casas y escuelas y barro en las calles, me afirma el barrendero al que le corresponde limpiar el cuadrante donde está el conjunto habitacional donde vivo. Por lo que me cuenta, es el equivalente a tres manzanas. ¿Producimos tanta basura?

     Medito en esa cifra después de considerar la necesidad de estar atento a las banderas que la adolescente sueca Greta Thunberg agita en la conciencia del mundo, y después de haber leído el texto de Fernando Solana Olivares en el Milenio de ayer.

     Thunberg quiere transformar la percepción que los líderes políticos, los industriales, los mineros, los barones del dinero e incluso los delincuentes tienen sobre la naturaleza, ahora conocida como medio ambiente. Y tiene razón, para muchos de ellos, si no es que, para la mayoría, es más importante el dinero que la vida, la suya, la de sus hijos y nietos, la de los trabajadores… se convierten y transforman a todos en víctimas de su voracidad, que lo diga si no la realidad del derrame en el río Sonora. Grupo México incumplió con los afectados, pues lo que importa es la lana.

     Pero, pienso, para exigir a quienes mandan debemos hacerlo con nosotros mismos. ¿En cuántos hogares se separa la basura, como lo establece la norma de limpia del gobierno de la Ciudad? ¿Cuántos fumadores colocan las colillas en bolsas separadas, o en cuántas guarderías y hogares se ponen los casi indestructibles pañales en otros botes de basura? ¿Por qué no nos decidimos a dejar de adquirir envases de plástico, o popotes? Si los dejamos en los estantes, las industrias dejarán de producirlos.

     Debemos cambiar de actitudes en nuestro comportamiento con la naturaleza y el entorno urbano, para hacerlo amigable y limpio, sustentable. La casa está colocada en la proximidad de dos escuelas. En ambas durante algún tiempo los directores obligaron a los alumnos a limpiar las calles si tiraban basura, pero como a los mirreyes no se les puede lastimar, los padres de familia protestaron, y ahora dejan las calles literalmente hechas un muladar, o un chiquero.

     Veo a adolescentes y adultos disponer de las calles o los jardines de banqueta como de basureros. Los dueños de perros son incapaces de limpiar las heces de sus mascotas; ya pueden imaginarse, lectores, cuál puede ser su propia higiene íntima. Es el implacable fecalismo de la vida diaria.

     ¿Quién puede obligar a Germán Larrea Mota Velasco a cumplir con las normas? Supongo que nadie; y a los gobernantes… ni en asuntos de desarrollo sustentable ni en otros.

     Considero que, para poder exigir, debemos poner orden en nuestros hogares, evitar que la casa se incendie, y cambiar nuestra actitud con la madre naturaleza. A nuestros hijos hemos de predicarles con el ejemplo para que, tal como en la película Cadena de favores, aprendamos todos juntos a mantener limpias nuestras camas.

About gregorioortega

HUMBERTO MUSACCHIO Gregorio Ortega es de los pocos escritores mexicanos que han optado por la edición de internet. Primero publicó o subió la novela Febronio y sus fantasmas que en edición Kindle (https://goo.gl/q0mJyj) tiene un precio de 129 pesos con 98 centavos. Ahora acaba de poner en el espacio virtual, al mismo precio de la anterior, otras dos novelas: Sísifo, santo patrono de los periodistas. Narco, guerrilla y poder (https://goo.gl/QNo1aX) y La rebelión del obispo. Ni los vio ni los oyó (https://goo.glMmYZMv). La primera trata del sexenio de José López Portillo y la relación entre el gobierno y los orígenes del narcotráfico, en tanto que la última versa en torno al obispo Samuel Ruiz García, el subcomandante Marcos y Carlos Salinas de Gortari.
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