La Costumbre del Poder: Origen y negación I/II

 Gregorio Ortega Molina 25 de septiembre de 2019 – 00:13

La alteridad es reconocernos en los demás, en los diferentes, precisamente porque son distintos a nosotros. A menos de considerar que si no eres mixe, no existes. En la narrativa política actual lo que favorecen es la confrontación, el encono, la necesidad de establecer una diferencia superior, al menos moralmente

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En el razonamiento más elemental, hemos de aceptar que los términos jurídicos, legales y lingüísticos de la Constitución de 1917, nos igualan. Integramos una nación, una patria, una identidad nacional, somos mexicanos.

Cierto que el mestizaje contribuyó, pero son mayores los aportes del sincretismo que nos culturizó, porque es un asunto de hábitos y costumbres. Naturalmente hay quienes no lo aceptan, habría que preguntar a los coletos, o a los criollos de Oaxaca, pero también están del otro lado los que se llaman a rechazados por la sociedad, aunque son ellos los que nos rechazan, a pesar de que nos enriquecemos con su herencia cultural, y adoptamos algunos o muchos de sus usos y costumbres en todos los ámbitos de la vida, como la medicina tradicional, el arte culinario, el diseño textil, su historia.

Pablo Ferri entrevista a Yásnaya Aguilar, quien le cuenta no haberse enterado de “que era indígena hasta que llegó a vivir a la ciudad. Hasta entonces nunca se lo había planteado porque desconocía el mundo en que ellos, su pueblo, Ayutla Mixe, en Oaxaca, en el sur de México, era considerado como tal. Siento que hay una relación compleja con la palabra indígena, cuenta Aguilar, lingüista, ensayista y uno de los secretos mejor guardados de las letras mexicanas. Tiene mucha carga, aunque es verdad que la palabra indio tiene más. Indígena es la versión políticamente correcta de indio. La incomodidad tiene que ver con el hecho de ser categorizado como indígena por los Estados nacionales”.

¿Qué hemos hecho de la alteridad entre mexicanos?, me pregunto al leer el párrafo anterior. Estoy consciente de la necesidad de preservar las culturas que dan vida al sincretismo que nos confiere identidad nacional, sentido de pertenencia, pero me resulta imposible sustituir unas por otros, no podemos permitirnos esa negación.

Abunda la nota de Pablo Ferri: “Es ese extrañamiento de ser nombrada por el otro, de existir en cuanto a un otro hasta entonces prácticamente desconocido, lo que empezó a despertar en ella una sensación molesta. De fraude. Como lingüista me puse a ver si había equivalencias a la palabra ‘indígena’ en las lenguas de México. Y me di cuenta de que en la mayoría no existe. En mixe, por ejemplo, akäts significa no mixe, que puedes ser tú, un japonés o un canadiense. Es decir, que no hay concepto que nombre al hombre blanco. Está el mixe, están los demás”.

La alteridad es reconocernos en los demás, en los diferentes, precisamente porque son distintos a nosotros. A menos de considerar que si no eres mixe, no existes. En la narrativa política actual lo que favorecen es la confrontación, el encono, la necesidad de establecer una diferencia superior, al menos moralmente.

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HUMBERTO MUSACCHIO Gregorio Ortega es de los pocos escritores mexicanos que han optado por la edición de internet. Primero publicó o subió la novela Febronio y sus fantasmas que en edición Kindle (https://goo.gl/q0mJyj) tiene un precio de 129 pesos con 98 centavos. Ahora acaba de poner en el espacio virtual, al mismo precio de la anterior, otras dos novelas: Sísifo, santo patrono de los periodistas. Narco, guerrilla y poder (https://goo.gl/QNo1aX) y La rebelión del obispo. Ni los vio ni los oyó (https://goo.glMmYZMv). La primera trata del sexenio de José López Portillo y la relación entre el gobierno y los orígenes del narcotráfico, en tanto que la última versa en torno al obispo Samuel Ruiz García, el subcomandante Marcos y Carlos Salinas de Gortari.
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