La Costumbre del Poder: Darth Bartlett

 Gregorio Ortega Molina 17 de octubre de 2019 – 00:13

Debe explicar, con lujo de detalles, que la decisión de quemar las actas en el estacionamiento de la Cámara de Diputados, se tomó cuando aceptó que José María Córdoba Montoya se instalara en un escritorio muy cercano al despacho del secretario de Gobernación, para corregir, de su puño y letra, las actas distritales y cuadraran las cifras que Carlos Salinas de Gortari deseaba tener

El peor compañero de ruta elegido por AMLO es Manuel Bartlett. Lo que pudo o no haberse llevado sirviéndose del poder, carece de importancia. Sus pecados son otros. Propició la auténtica traición al sistema priista, favoreció el rompimiento de ciertos equilibrios al interior de los sectores de ese partido; la consolidación de la narco-política obedece a su ceguera intencional y, lo más grave, la duda del resultado electoral de 1988, fue propiciada por su frustración y su dejar hacer, al no haber sido elegido candidato por el dedo de MMH.

Es bajo su responsabilidad que se muere Manuel Buendía, se traiciona la elección en Chihuahua; también durante su guardia desaparece la Dirección Federal de Seguridad, por la connivencia con los barones de la droga, y se desestructura todo el modelo de control político y seguridad nacional (mal o bien construido), en funciones desde Miguel Alemán Valdés.

Su corrupción y obsecuencia -para cubrir su anhelo desenfrenado de poder, para justificar su frustración- trasciende lo pecuniario y lo moral, se inscribe en la alta traición.

Es Manuel Bartlett quien debe narrar el por qué decidió entregar a Óscar de Lasse Avellana el buen desarrollo, control y limpieza de la elección de 1988, como consecuencia de haber despertado del sueño de que sería presidente de México.

Contar con lujo de detalles la razón de haber creado un sistema de cómputo que debió haber entregado los resultados esa misma noche, y la manera en que se descarriló la suma de los sufragios casilla por casilla, distrito por distrito, asentado en las actas.

Explicar que no llegaron ni en la cantidad ni a la hora que debieron haber llegado, porque si el secretario de la Gobernación, el responsable, se desentendió por no ser él el candidato, los gobernadores no prestaron atención a lo que ocurría.

Poco importaron las presiones de Manuel Camacho Solís ni las del candidato Salinas de Gortari, mucho menos las de MMH, a quien Bartlett le perdió afecto y respeto desde el momento en que no fue su sucesor.

Debe explicar que la decisión de quemar las actas en el estacionamiento de la Cámara de Diputados, se tomó cuando aceptó que José María Córdoba Montoya se instalara en un escritorio muy cercano al despacho del secretario de Gobernación, para corregir, de su puño y letra, las actas distritales y cuadraran las cifras que Carlos Salinas de Gortari deseaba tener.

Puntualizar que el candidato del PRI no perdió, pero que consideró indecoroso, humillante, ganar por tan pequeño margen, y por eso manchó la elección.

De ese tamaño el colaborador y defendido de AMLO.

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HUMBERTO MUSACCHIO Gregorio Ortega es de los pocos escritores mexicanos que han optado por la edición de internet. Primero publicó o subió la novela Febronio y sus fantasmas que en edición Kindle (https://goo.gl/q0mJyj) tiene un precio de 129 pesos con 98 centavos. Ahora acaba de poner en el espacio virtual, al mismo precio de la anterior, otras dos novelas: Sísifo, santo patrono de los periodistas. Narco, guerrilla y poder (https://goo.gl/QNo1aX) y La rebelión del obispo. Ni los vio ni los oyó (https://goo.glMmYZMv). La primera trata del sexenio de José López Portillo y la relación entre el gobierno y los orígenes del narcotráfico, en tanto que la última versa en torno al obispo Samuel Ruiz García, el subcomandante Marcos y Carlos Salinas de Gortari.
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