La Costumbre del Poder: Las benditas redes

 Gregorio Ortega Molina 31 de octubre de 2019 – 00:13

La carga de insidia está allí, en el fraseo, la redacción… ¿y quién tiene tiempo para comprobar a cómo está el litro de gasolina en Alemania, el monto de la tenencia vehicular, el derecho al uso de las placas y la tarjeta de circulación, o la tasa de interés en los préstamos hipotecarios?

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¿Cómo modifican nuestro comportamiento las redes sociales? ¿En qué medida son un refugio contra la soledad o las agresiones tipo bullying cibernético? ¿O a la inversa, un escudo para satisfacer las pulsiones más oscuras del carácter individual y sumarse a la masa anónima para escarnecer, agredir verbalmente, desacreditar, propiciar crímenes?

Postear es mucho más fácil que ver de frente al adversario, que confrontarse con la realidad. Es el artilugio ideal para hacer como lo denunciaron nuestros abuelos: tirar la piedra, y esconder la mano.

Nada más difícil que saber el interés y la perfidia que motivan esos esos mensajes. Transcribo el resumen de uno, para que los lectores evalúen la carga anímica que contienen, y la posibilidad de constatar su contenido.

Un mexicano le escribe a otro, radicado en Alemania.

– Hola Pedrito, tu que estás allá, ¿por qué crees que los mexicanos somos tan pobres?

– Juan, ¿cómo puedes llamarte pobre, cuando eres capaz de pagar por un litro de gasolina más del triple de lo que pagoy el costo de tarifas de celular, 80% más caras de lo que me cuestan?

Ustedes pagan comisiones por servicios bancarios y tarjetas de crédito del triple de lo que cuestan acá.

Por un AUTO de 20.000 euros, tú pagas 38.000, y eso es porque puedes regalarle 18.000 euros en impuestos al gobierno, que nosotros no podríamos.

Pobres somos nosotros. Por eso el Estado alemán, por nuestra precaria situación financiera, nos cobra sólo el 4% de IVA y no el 19%, como a ustedes los ricos que viven en México.

Pobres nosotros, los de Alemania. Aquí, si ganamos menos de 3.000 euros al mes (unos 65 mil pesos m.n.), no pagamos ISR; en cambio ustedes sí.

Me asombra la riqueza de los mexicanos, capaces de solicitar un préstamo hipotecario pagando 20% anual de intereses. Aquí, en cambio, es de 8% anual. Pero hay otros en peores circunstancias que nosotros. Mis amigos de Escocia, por ejemplo, me dicen que sus préstamos a 30 años, se otorgan al 3% anual.

Me contaron también que a los funcionarios estatales el pueblo les paga grandes salarios, lo cual no estaría mal, pero lo hacen sin exigirles resultados.

Por último, más del 20% de la población económicamente activa en México no necesita trabajar, porque a ellos les pueden subsidiar vivienda, educación, salud, servicios públicos y, además, el Estado les da una lana mensual para comprar lo que deseen; sólo es necesario pedirles, a cambio, el voto, como una muestra de participación democrática. Acá, sólo 8% que puede vivir sin trabajar.

La carga de insidia está allí, en el fraseo, la redacción… ¿y quién tiene tiempo para comprobar a cómo está el litro de gasolina en Alemania, el monto de la tenencia vehicular, el derecho al uso de las placas y la tarjeta de circulación, y la tasa de interés en los préstamos hipotecarios? De cualquier manera, a la mayoría de los lectores de estos mensajes les queda sólo la sensación de su pobreza… espiritual, física y política.

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About gregorioortega

HUMBERTO MUSACCHIO Gregorio Ortega es de los pocos escritores mexicanos que han optado por la edición de internet. Primero publicó o subió la novela Febronio y sus fantasmas que en edición Kindle (https://goo.gl/q0mJyj) tiene un precio de 129 pesos con 98 centavos. Ahora acaba de poner en el espacio virtual, al mismo precio de la anterior, otras dos novelas: Sísifo, santo patrono de los periodistas. Narco, guerrilla y poder (https://goo.gl/QNo1aX) y La rebelión del obispo. Ni los vio ni los oyó (https://goo.glMmYZMv). La primera trata del sexenio de José López Portillo y la relación entre el gobierno y los orígenes del narcotráfico, en tanto que la última versa en torno al obispo Samuel Ruiz García, el subcomandante Marcos y Carlos Salinas de Gortari.
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