Gregorio Ortega Molina 15 de junio de 2020 – 00:12 CE
Los mexicanos hemos de mostrarnos agradecidos por la suerte de contar, durante estos tiempos de crisis y azoro por lo que ocurre en el mundo, con un predicador de reciedumbre moral, timonel incólume que guía a la República a través de la tempestad, para llevarnos el buen puerto de la verdad, la sanación y la felicidad.
Nunca como ahora y durante todas las mañanas nos inoculan, por medio de la palabra, confianza en el día a día y para el futuro inmediato, que contribuimos a construir con nuestro silencio y aprobación, atentos y deseosos de dar un nuevo impulso a los escarnios y descalificaciones de medios y periodistas mendaces, incapaces de sumarse a la nueva realidad que se nos regala, siempre, con los verdaderos datos, lejos, distantes de aquellos buscados por agrupaciones como Signos Vitales, o proporcionados por el INEGI.
Y ni qué decir de esa horrible prensa internacional, que parece dedicada a desacreditar los aciertos y la moral de nuestro Jefe Máximo, que no se arredra ante esas calumnias que afirman mostrar el verdadero rostro de la cosa pública en México, la situación de la enfermedad y la postración de la economía, cuando esos parámetros y mediciones que dan valor a las estadísticas han dejado de importar, porque lo que cuenta hoy y para siempre es medir la felicidad.
Debimos atender como un aviso lo escrito por Leo Zuckermann los días 25 y 26 de mayo últimos en Excélsior, porque la neta es que no quisimos hacer caso de la anticipación cinematográfica de Ismael Rodríguez, pues siempre lo hemos dado por sabido: en la confrontación entre ricos y pobres siempre ganan los últimos, porque no tienen ni en que caerse muertos, pero siempre están contentos y son felices. Es la esencia del pejianismo que hoy, para nuestra fortuna, tenemos al alcance de la mano. Debemos acudir a la Villa de Guadalupe a dar gracias por contar con tan luminoso líder.
En cuanto a la sanación, resulta que nuestro preclaro guía tiene razón -basta con darnos cuenta de que la OMS acuerpa a Hugo López Gatell-, puesto que las organizaciones internacionales de salud felicitan a México por la manera y estilo en que se combate al Covid-19, ya que aquí no se muere de eso, sino de neumonía atípica e influenza estacional; se padece sarampión, por no tener vacunas, o se es ejecutado a tiros, por aquello de que la violencia delincuencial está absolutamente controlada.
En lo que a felicidad se refiere, está asegurada, los programas sociales hacen palidecer al desempleo, el INSABI garantiza la salud, los abuelos y los desempleados sustituyen a las guarderías infantiles, los niños que se quedan sin escuela saldrán a las calles a alegrarnos el día, con pequeños o grandes hurtos, a servir de halcones o convertirse en narcomenudistas; pero dejemos de preocuparnos, la lana alcanza para todo y para todos, es la pura vida, la completa felicidad. Don AMLO proveerá, confíen.
Organizo ya mi peregrinación a Macuspana, para agradecer la llegada del pejianismo. Es la nueva normalidad.
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